En julio de 2012, la Comisión Europea emitió una recomendación
relativa a la publicación en acceso abierto (es decir gratis para el
lector) de los resultados de la investigación científica financiada con
fondos públicos. La Comisión considera que dicha medida es necesaria
para reforzar la visibilidad de la investigación europea antes de 2020,
mediante la eliminación de los obstáculos existentes entre el lector y
el artículo científico, tras un posible periodo de embargo de seis a
doce meses. América Latina, por ejemplo, se beneficia de esta ventaja
desde hace una década, con el desarrollo de potentes plataformas de
revistas en acceso abierto. Scielo y Redalyc, que entre ambas alojan
alrededor de 2000 revistas, han incrementado considerablemente la
visibilidad gracias al acceso abierto: actualmente el portal brasileño Scielo es más consultado que el americano JSTOR.
Estos ejemplos muestran que el acceso abierto cambia la balanza del
poder en un mundo dominado por grupos que poseen carteras de miles de
revistas en su mayoría en lengua inglesa: el acceso abierto abre la
puerta a lo que podría llamarse una verdadera promoción de la
bibliodiversidad favoreciendo la aparición de una pluralidad de puntos
de vista, de modalidades de edición, de paradigmas científicos, de
idiomas.
Algunos editores franceses de
revistas de humanidades y ciencias sociales (HCS) han mostrado su
preocupación por lo que ellos han percibido como una amenaza para un
modelo económico frágil. De hecho, sería deseable analizar con precisión
la actividad de este sector, identificando las fuentes y formas de
financiación directas e indirectas, públicas y privadas, así como
determinar los roles de los diferentes actores delimitando la plusvalía
aportada por cada uno de ellos, con el fin de obtener un verdadero
análisis de costes. Temer al acceso abierto nos parece que es disponer
de una visión estrecha y, por así decirlo, errónea del futuro. Aislar
hoy a las HCS en un espacio específico haría de éste una reserva
condenada a desaparecer. En nuestra opinión, las HCS pueden, por el
contrario, colocarse en la vanguardia de este movimiento de apertura,
debido a la creciente demanda social de la que son objeto (¡calculamos
el número de visitas a Cairn, OpenEdition, Erudit y Persée en cerca de
10 millones de visitas mensuales!). Los temores que muestran nuestros
amigos y colegas a este respecto son infundados. No sólo es pequeña la
cuota de las ventas realizadas fuera de las instituciones de enseñanza
superior y de investigación de las revistas HCS, que está ampliamente
subvencionado directa o indirectamente con fondos públicos, sino que hoy
existen modelos económicos nuevos capaces de reforzar la posición de
los editores sin que los autores deban pagar, como lo demuestra el éxito
del programa Freemium promovido por OpenEdition, una iniciativa
francesa. Se están inventando soluciones que permiten financiar una
edición electrónica abierta de calidad y se está probando su eficacia, desde Scielo a Public Library of Science (PLOS), desde Redalyc a OpenEdition.
Sería un desastre que las HCS se quedaran atrás en este poderoso
movimiento de innovación que reconfigurará sin lugar a dudas de forma
duradera el panorama científico; por el contrario, las HCS deben formar
parte de las disciplinas que encabecen este movimiento, como en los
países de habla española y portuguesa. La resistencia de algunos de
nuestros colegas a esta evolución parece ser un cálculo a muy corto
plazo frente a los beneficios potenciales para la ciencia y la educación
y frente a la democratización del acceso al conocimiento.
En nuestra opinión, la
cuestión no es solamente de carácter económico y comercial. Aunque el
problema planteado por la existencia de un oligopolio
Elsevier/Springer/Wiley pese considerablemente sobre los presupuestos
de las universidades y aunque la forma de financiación de la edición
deba ser repensada, con el acceso abierto generalizado, se trata sobre
todo de una cuestión de política científica.
En efecto, el conocimiento no puede tratarse como un bien clásico y su
diseminación es hoy, más que nunca, lo que está en juego en la sociedad:
podemos poner en marcha una revolución en la democratización del acceso
a los resultados en investigación. Un conocimiento encerrado entre
barreras y accesible solamente para unas pocas universidades
afortunadas, las más ricas, es un conocimiento estéril, y en realidad se
trata de un conocimiento confiscado cuando éste se está generando
gracias a la financiación pública. En este debate, los establecimientos
de enseñanza y de investigación tienen que desempeñar un papel clave.
La difusión del conocimiento y de los resultados en investigación y su
comunicación a una audiencia lo más numerosa posible forman parte de la
misión de estas instituciones. Así, una política científica bien pensada
requiere de la construcción de infraestructuras digitales públicas,
pero también de políticas editoriales innovadoras, que favorezcan los
intercambios interdisciplinares, las nuevas formas de escritura, el
multilingüismo y la difusión más amplia posible.
¿Quién tiene miedo del acceso
abierto? El acceso privativo frena la diseminación de las ideas y no
está adaptado a los nuevos paradigmas ofrecidos por el mundo digital. Es
hora de ver la web como una formidable oportunidad en el campo de la
innovación, de la difusión del conocimiento y de la aparición de nuevas
ideas.
Nosotros no tenemos miedo del acceso
abierto. Sacar el conocimiento de los silos y fronteras de los campus,
es abrirlo a todos, es reconocer en el conocimiento un papel esencial en
nuestras sociedades, es abrir perspectivas de enriquecimiento
colectivo.
¡No temáis al acceso abierto! Ahora es
posible establecer un nuevo contrato científico, editorial y comercial
entre investigadores, editores, bibliotecas y lectores para entrar
definitivamente en una sociedad del conocimiento compartido, en una
democracia del conocimiento.
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